A consecuencia de la época de lluvias, Bolivia ha sufrido inundaciones y mazamorras que han dejado mucha infraestructura dañada. De acuerdo con el viceministro de Defensa Civil, Juan Carlos Calvimontes, fueron 519 viviendas afectadas y 837 viviendas completamente destruidas.
Lamentó que la gran diferencia entre este y el anterior año, es por la situación de las viviendas, que ahora hay más afectación y pérdidas. Los departamentos de La Paz, Potosí, Oruro y Cochabamba son los que acumulan las casas destruidas. Sin embargo, otro tipo de estructuras como muros, carreteras o caminos quedaron afectados.
El equipo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Bolivia y la oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios detalló que las intensas lluvias afectaron a alrededor de 21 viviendas. Las inundaciones contabilizan aproximadamente 420 casas destruidas. Las riadas (en algunos casos combinado con deslizamientos, mazamorras e inundaciones) afectaron a 331 viviendas y destruyeron otras 389. Esto hasta principios de marzo.
Por su parte, Calvimontes informó que, lo que va de este año, los nueve departamentos presentaron daños y se incrementó la cantidad de municipios azotados, específicamente 317 de los 335 municipios del país.
“A escala nacional, 12 municipios se declararon en desastre, siete en emergencia y otros 104 están afectados; además, 377 son las comunidades afectadas, hay 22.137 familias afectadas y 8.864 damnificadas, en total son 31.001”, señaló.
Según el informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) de 2017, las inundaciones representan el fenómeno natural más frecuente en Bolivia. Este hecho adquiere una significativa relevancia, dado que más del 40 por ciento de la población reside en áreas susceptibles a este tipo de eventos. Las inundaciones conllevan pérdidas económicas, particularmente en lo que respecta a infraestructura y producción agropecuaria.
Ya desde principios de año el Gobierno había anunciado alertas en todo el país y, si bien ya varios departamentos habían sufrido inundaciones, el recuento de los daños se dio desde finales de febrero y se concentraron en el occidente y el valle.
El informe realizado por la ONU contextualizó que estos eventos tienden a ocurrir durante los tres primeros meses del año, donde la media supera a los demás meses. Este patrón se correlaciona con el régimen pluviométrico del país, iniciando las precipitaciones en noviembre, alcanzando su pico en enero y persistiendo hasta marzo.
Debido a la predominancia de inundaciones con velocidades de escurrimiento muy bajas, su incidencia se extiende hasta aproximadamente mayo y junio, cerrando así el ciclo anual.
La Paz, Cochabamba y Cobija fueron los más afectados en infraestructura
El viceministro también informó que La Paz fue el departamento más azotado, con el 80 por ciento de la afectación a nivel nacional. Nueve municipios fueron declarados en desastre.
Por ejemplo, debido a las intensas precipitaciones, el río Aruntaya, ubicado en el sur del departamento paceño, se desbordó y ocasionó una fuerte mazamorra. “A la mayor parte de las viviendas ingresó agua y barro, tenemos cerca de un kilómetro de afectación”, dijo sobre el suceso Juan Pablo Palma, secretario municipal de Gestión Integral de Riesgos.
Mientras que el alcalde Iván Arias denunció que la construcción indiscriminada en sectores donde pasan ríos es lo que provoca estos problemas. “Todas las casas están construidas en el aire del río, vemos en toda la zona que se han hecho autorizaciones de construcción indiscriminadas que ponen en riesgo a la población, son aires comunes que la gente se ha apropiado”, lamentó.
Pero eso no es todo, porque en otra ocasión el caudal del río Irpavi aumentó de tal manera que hubo un desprendimiento de tierra en la parte baja de la base del terreno, por lo que colapsaron viviendas y al menos tres cayeron al río.
Inclusive los muros de contención fueron destruidos por el caudal, tal es el caso de la estructura que protegía al municipio de Tipuani. “Estos dos muros han colapsado, producto de las intensas lluvias, afectando a muchas viviendas, que podrían considerarse daños de mediana a mayor magnitud”, señaló Calvimontes.
Cochabamba también se vio afectada por una mazamorra sobre el sector de Laquiña, en la comunidad de Chiñata, municipio de Sacaba. Casas, cultivos y hasta granjas fueron sepultados por el lodo. Según el gobernador Humberto Sánchez se tardará aproximadamente un mes para terminar de retirar todos los residuos.
Además, las inundaciones no dieron tregua a zonas como de la Fuerza Aérea, Jayhuaico, 6 de Agosto, Chávez Rancho, Panamericana y otras avenidas de la zona sur. Fue tal la afectación que hubo casas en Jayhuaico que sufrieron la rajadura de paredes y de techos, esto por la humedad.
Por otro lado, el paso vehicular del río Rocha hacia la avenida Uyuni fue destruido por el caudal que circuló debido a las lluvias. Aunque este paso fue construido de forma temporal mientras avanzaba la obra del corredor Quintanilla, ya entregado hace dos años, permanece habilitado y, al estar en pleno río, es usual su daño en época de lluvias.
Pando, en cambio, fue el departamento con mayor cantidad de inundación y se puede considerar, de acuerdo con Calvimontes, un récord de inundación en Cobija, por el desborde del río Acre, declarándolo zona de desastre por esto. El panorama evidenció las consecuencias: muebles destruidos y apilados, ramas de árboles, escombros y todo tipo de residuos que los vecinos sacaban de sus viviendas.
Según la gobernación, el agua llegó hasta el techo de unas 200 casas, las cuales han quedado dañadas, con las paredes marcadas de lodo, y con el riesgo de que no vuelvan a ser habitadas y tendrán que ser demolidas.
La Unidad de Gestión de Riesgos boliviana explicó que el nivel del río alcanzó los 17 metros, una cifra histórica que superó a la de 2015, cuando llegó a 15.5 metros. Incluso, la mitad de la plataforma del puente internacional de La Amistad, que conecta con Brasil, estuvo sumergida.
Santa Cruz: El Torno sufrió inundaciones y caminos carcomidos
En el departamento oriental, las lluvias destruyeron caminos del municipio de El Torno, las vías de tierra fueron carcomidas por el agua, lo que provocó que se convirtiera en una cascada, y dejó varias comunidades incomunicadas.
Asimismo, la base del puente Tarumá fue carcomido por la fuerte crecida del caudal del río Piraí. Lo crítico es que se registraron vibraciones por la inestabilidad y cerraron una de las vías como precaución. Las autoridades pidieron trabajos de estabilización e inspección ante el riesgo de desplome o colapso, aunque no pasó a mayores.
En cuanto a viviendas, la población de Tiquipaya se vio afectada por el desborde de los ríos, especialmente las de adobe que fueron las más dañadas. Sin embargo, el licenciado Damián Vaca Céspedes, director de Red Biodiversidad, dijo en una columna publicada en sus redes sociales, que ese suceso es una muestra de la falta de atención en las regiones para establecer políticas de gestión territorial.
Recordó sobre el ciclo del agua en la llanura cruceña y sus dos referentes importantes que constituyen las principales cabeceras de cuencas: la Serranía del Amboró al norte y la del Parabanó al sur.
“A partir de ellas, tenemos una serie de montañas y colinas que funcionan como redes de distribución, donde se van formando líneas de agua (escorrentías), arroyos, quebradas, microcuencas o ríos secundarios que finalmente desembocan en la cuenca central en este caso el Río Piraí”, explicó.
La comunidad de Tiquipaya, se encuentra en la desembocadura de dos quebradas que descienden desde el sector sur, integrando un sistema de distribución desde la serranía del Parabanó: uno la Quebrada Fortaleza y el otro la Quebrada Rancho Nuevo.
“Ambas quebradas, presentaron altos caudales, producto de las lluvias experimentadas en la región, lo que generó el arrastre de sedimento que colmató los canales de drenajes y los flujos descendieron desde las montañas, a través de las mencionadas quebradas, haciendo que el agua desemboque en la zona, cruce la carretera y drene hacia el río Piraí, atravesando la población de Tiquipaya.
En un recorrido de campo, narró, se logró registrar varios factores de riesgo, producto de la actividad antrópica (agricultura) que estarían alterando las dinámicas naturales de las mencionadas quebradas. Por un lado, se evidencia actividad agrícola, sobre el lecho de la quebrada, así como desmontes en las montañas laterales que provocan la erosión y el aporte de sedimento hacia la parte baja del corredor.
“Este sedimento forma una especie de diques de contención, dando lugar a represas temporales, que retienen flujos y sedimentos, pero cuando los caudales aumentan, la presión rompe los diques, provocando que todo el volumen de agua y lodo contenido en estas represas temporales saturen la quebrada, cobren fuerza y se dirijan hacia la población de Tiquipaya, dejando en su recorrido cárcavas profundas producto de la fuerza del agua”, expresó.
Para Vaca, el efecto y consecuencia de ello fueron estos eventos. No obstante, hay que considerar varios factores, sobre todo los que involucran aspectos sociológicos, ya que se han establecido derechos propietarios, sin respetar las características de la zona, y el lugar más accesible para la actividad económica de las comunidades es la parte baja del corredor, integrando esta quebrada a su sistema productivo. Sumado a ello, que las comunidades se comunican por caminos que se sobreponen sobre esta línea de drenaje natural.
“Nuestra permanente sugerencia ha sido realizar un relevamiento detallado para elaborar mapas de riesgos en base a información real y oportuna de toda la región, de forma de que se puedan establecer los correspondientes Planes de Alertas Tempranas y generar Políticas de Gestión Territorial adecuadas y responsables”, expuso.
Consecuencias en las viviendas y en carreteras
La arquitecta Marina Bonino detalló que las viviendas afectadas por inundaciones o mazamorras pueden sufrir daños estructurales, como ser el debilitamiento de los cimientos, paredes, pisos y techos. Recuperar una vivienda afectada por inundaciones o mazamorras va a depender de la magnitud de los daños.
“En muchos casos, es posible llevar a cabo reparaciones para volver a habitar la vivienda. Sin embargo, en casos graves de colapso estructural o daños más extensos, la recuperación puede ser más difícil o incluso imposible. Técnicas constructivas de mala calidad y un deficiente sistema estructural puede contribuir a esta situación”, expuso.
Así que recomendó realizar una evaluación técnica para garantizar que la vivienda se pueda habitar nuevamente sin riesgos para sus ocupantes. En cuanto a las carreteras dañadas por las inundaciones, expresó que requieren de cuidados especiales luego de la época de lluvias. Es necesario llevar a cabo inspecciones para evaluar los daños y realizar los trabajos de reparación necesarios.
Además, continuó, se deben implementar medidas de prevención contra nuevos desastres, como mejorar los sistemas de drenaje, reforzar las estructuras afectadas y las condiciones técnicas más adecuadas para áreas propensas a inundaciones.
Por su parte, el ingeniero Gonzalo Maldonado, presidente de la Asociación de Ingenieros Eméritos de Cochabamba (Asieme), complementó que no solo se trata de pensar en una vivienda bien diseñada, sino con la seguridad de que permanecerá en el tiempo, más allá de las diversidades como los fenómenos naturales. En cambio, para mantener las vías estables, hay que hacer muros de hormigón o de gaviones.
En el caso de Cochabamba, “hemos insistido a la Alcaldía que realice un estudio de riesgos y que conceptualicen qué obras adicionales se tiene que hacer para los asentamientos ya existentes y los nuevos”. Esto engloba un plan de control de lluvias, que abarca uno de desagües pluviales, para conducir las aguas a cursos donde las viviendas estén menos en riesgo.
“En cuanto la población comienza a desarrollar áreas irregulares como abrir calles, se rompe totalmente el equilibrio. Es necesario prever construir muros y obras que garanticen la estabilidad de viviendas y caminos”, recalcó.
Con base en el estudio de riesgos y conocer los suelos, se puede explorar los tipos de solución estructural para las cimentaciones o fundaciones de las estructuras, pues la gente construye precariamente y no soportan las viviendas. Pero acotó que también implica mayor inversión económicamente que no siempre la gente tiene los recursos.
Cada año pasa lo mismo, ¿qué pasa con la planificación y el Gobierno?
El ingeniero Maldonado hizo una crítica sobre este tema, considerando dos aspectos: lo urbano y los fenómenos. Si bien el énfasis es por Cochabamba, algunas situaciones se viven en distintos departamentos del país.
A nivel urbano, “los asentamientos se han ido desarrollando sin cumplir las normas y la alcaldía no ha tenido hasta ahora la capacidad de controlar ese desarrollo de asentamientos irregulares, aunque también hay un factor político que influye en el tema”, manifestó.
Pero, las ciudades, al no tener una planificación determinada, han crecido desordenadamente, la población se ha asentado en zonas de riesgo a causa de la falta de infraestructura, por tanto, la combinación de estos factores ha ocasionado que haya zonas donde se están desmoronando los terrenos y las viviendas construidas.
En Cochabamba, “los desagües ubicados en la parte alta de la ciudad, de alguna manera, al bajar se infiltran en las zonas bajas, que, al ser terreno poco adecuado para asentamiento urbano, ocasionan las fallas que se producen en las viviendas. Pero esto no es reciente, data de hace varios años”.
Aclaró que no necesariamente se tratan de fallas geológicas, sino que los suelos son zonas de riesgo, además se han ejecutado construcciones precarias, aunque las hayan hecho de hormigón armado, al no ser infraestructuras estables, tampoco pueden ser permanentes en el tiempo.
En cuanto a los fenómenos naturales, en este caso las inundaciones, en distintos departamentos se construyeron torrenteras y canales, lamentablemente mal diseñados hidráulicamente, especialmente en Cochabamba, ya que no tienen la capacidad necesaria para lidiar con semejante cantidad de agua.
Contó que, en los últimos días, la Alcaldía cochabambina dio a conocer un plan de desagües pluviales, “pero son soluciones parciales, ya que en la gran parte del área urbana de Cercado debe haber un 30 % de construcciones que datan de 80 años con sistemas de aguas pluviales”.
Para hacer un plan de esta magnitud, el ingeniero expresó que los costos son muy altos, técnicamente tienen que soportar lluvias extraordinarias, la inversión sería, según la Alcaldía, de 100 millones de bolivianos, pero es un monto que no alcanza ni para el 20 % de lo que significa su desarrollo.
La arquitecta Bonino coincidió en que, para evitar futuros desastres y pérdidas materiales y humanas en regiones afectadas por lluvias e inundaciones, el nivel de Gobierno que corresponda debe tomar medidas preventivas y de mitigación, como ser: sistemas de alerta temprana y monitoreo continuo del nivel de agua en los ríos, construcción y mantenimiento adecuado de infraestructuras de drenaje y de protección.
Asumir la educación y concientización de la población sobre los riesgos naturales, enseñando medidas de prevención es igual de necesario. Es fundamental la implementación de tareas de contingencia que permitan la adaptabilidad y resiliencia de las comunidades afectadas por los desastres naturales.
Además, se debe desarrollar una planificación urbana coherente y responsable que evite asentamientos humanos y urbanizaciones en zonas de riesgo.
Construir respetando los espacios de la naturaleza, no invadiéndola
Para Maldonado, la invasión de espacios en el área urbana surge por la expansión poblacional, el crecimiento de las edificaciones en altura se ha incrementado en un 100 % y la densificación de construcciones ha disminuido las áreas verdes de recarga de acuíferos.
“Tanto los gobiernos municipales como departamentales deben hacer una planificación adecuada para el crecimiento urbano en el país, con toda la infraestructura que requiere una ciudad para dar calidad de vida, con un mínimo de riesgos”, remarcó.
En cuanto al área rural, al ser administrados por personas con poca capacidad técnica, según el ingeniero, las inversiones, aunque pequeñas no fueron adecuadas. Se han dedicado más a hacer obras de hormigón, que aquellas que brinden seguridad y con menos exposición a los riesgos.
“La afectación es siempre para el agro, por eso no se puede dejar de lado esta área en la planificación. Por ejemplo, hubo fallas en las lagunas que construyeron los comunarios para acumular agua improvisadamente, eso ocasionó en algunos casos las inundaciones, los barrios terminaron con entre tres a cinco metros de lado, quedando las viviendas inutilizadas, pero tampoco son obras debidamente construidas”, lamentó.
A nivel local, mencionó que hay zonas altas en Cochabamba donde se ha logrado controlar las torrenteras con obras hidráulicas sencillas, pero en varias zonas existe un gran crecimiento poblacional que ha puesto en riesgo el curso de las aguas.
Tal es el caso de Tiquipaya, donde en la quebrada del río Taquiña siempre hay inundaciones, porque hubo asentamientos justamente en los conos de deposición de sólidos, por lo que el riesgo es latente.
Recordó que en algún momento las autoridades demostraron a través de estudios que no se debía construir en la zona baja, sin embargo, ya hubo intervención humana en el área de sostenimiento de suelos con construcción de casas precarias y eliminando cobertura vegetal, por lo que solo queda hacer un permanente control y monitoreo de estas y las nuevas estructuras.