• febrero 15, 2025

JERMOLIEFF: ‘DEBERIAMOS ESTAR CONSTRUYENDO ‘CUEVAS’ NO EDIFICIOS’

La arquitectura debe estar arraigada al lugar, de ahí que en las zonas que impera el clima cálido se deberían estar construyendo ‘cuevas’ en lugar de edificio, de esa forma concibe esa profesión el paraguayo,  Sergei Jermolieff.

Él arribo a la capital cruceña para compartir sus conocimientos y experiencias sobre arquitectura y espacio, en la Feria Internacional de la Construcción, Arquitectura y Diseño (FICAD). “Por nuestra situación mas que todo ambiental sufrimos mucho calor, mucha vegetación, se requiere parasoles, necesitamos techos grandes, deberíamos estar construyendo cuevas más que edificios”, dijo a Contacto Construcción.

Jermolieff junto a dos colegas fundó el estudio Mínimo Común Arquitectura en el 2016. La química  entre los socios primó desde el principio. No podía ser de otra manera: Verónica Villate, Solanito Benítez y Sergei, eran compañeros de universidad, que después de trabajar varios años durante la formación académica con arquitectos reconocidos decidieron reforzar sus conocimientos.

Así afrontaron el trabajo profesional. “Siguiendo una línea de pensamiento, diseño y construcción experimental marcada por el gabinete de arquitectura como principal mentor”, explicó Jermolieff.  

Mínimo Común Arquitectura funciona como una plataforma para la realización de proyectos. Busca ser un lugar de estudio y experimentación para poder realizar una arquitectura inteligente y para todos, con materiales simples y mano de obra local se resuelven los problemas presentados dentro de la arquitectura.

El uso del material tradicional es clave. Su arquitectura tiene un enfoque social con resultados donde destaca la calidad espacial, la honestidad del material y la viabilidad económica. Para ellos, la materialización del edificio por medio de la construcción es fundamental, por eso se debe participar en las diferentes etapas de un proyecto, desde el diseño a la obra.

El estudio solo tiene siete años, pero ha ganado buen prestigio. “Es uno de los estudios bastante jóvenes, pero tenemos la suerte de tener obras construidas hasta ahora”, añadió sonriendo el arquitecto paraguayo.

Su visión es funcional. La ubicuidad de su arquitectura relacionada al contexto la ubica por encima de la cada vez más exigente competencia. Las inversiones privadas cometen un error cuando importan modelos de arquitectura de países, donde las situaciones climáticas son diferentes. No se trata de un progreso sino de un perjuicio.

 La infraestructura para que en estos edificios se pueda controlar la temperatura y producir menos calor ha recorrido un largo viaje, ida y vuelta, y todo para poder decir que es verde. “Nosotros tenemos 100% energía renovable y sostenible. Pero no te venden como energía limpia si no tenés un panel solar”, añadió Jermolieff.

Sergei se formó como arquitecto en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Arte, de la Universidad Nacional de Asunción. En esa etapa conoció y trabajó junto a Miguel González, del Grupo Culata Jovai, quien le dio la oportunidad de trabajar en proyectos de rehabilitación y reciclaje de casas antiguas y en estado de abandono en el centro de la ciudad de Asunción.

De esa formar parte del Gabinete de Arquitectura del arquitecto Solano Benítez,  estudio en el cual permaneció tres  años aproximadamente desarrollando varios proyectos y concursos. Siempre con la búsqueda de tecnologías autóctonas y una identidad proyectual acorde al contexto local.

Así lo ha hecho, junto a sus colegas, en obras como las Oficinas Nordeste Curuguaty. Proyecto que fue premiado como una de los mejores de la octava Bienal Internacional de Arquitectura de Santa Cruz.

La creatividad no tuvo limites, pues permitió al estudio montar un pabellón insertado en el paisaje rural, conformado por una plataforma de tierra y una cubierta metálica, cuya función principal es regular el clima y las condiciones propias del lugar. La cubierta, en forma de catenaria, es izada utilizando cables que portan una teja metálica; por medio de la flexión se establece una solución sencilla que resuelve las implicaciones de la incidencia solar y la ventilación natural.

Destacan por su practicidad constructiva y experimentación con materiales propios del lugar. El ladrillo de tierra fijado con mortero es el componente que más abunda en el proyecto; funciona como una piel sólida que contiene el programa de oficinas al interior del volumen. Para la protección solar, en las cuatro fachadas del edificio se plantea una segunda piel, formada por el mortero resultante de un proceso donde se construyó un muro en bloques de tierra cruda que luego fueron removidos para formar una trama con las juntas que remanecen.

Los arquitectos encontraron una técnica para hacer ladrillos de los elementos que tenían a su alrededor, como mandar traer los materiales resultaban muy costoso, lograron crear ladrillos de adobe. La construcción con ladrillos de tierra, sin cemento, permitió que haya una circulación de aire y que el sol no pegue a las paredes. Así también, la forma del techo cóncavo hace que al llover se junte el agua en el medio y se bombee hasta un caño en la parte más alta del techo que va cayendo encima de la chapa como una cascada, lo que hace que se cree un microclima en el estanque y se enfríe todo el ambiente, sobre todo en una zona bastante calurosa.

Se valoró la sombra que albergue a la propia construcción, dirija los vientos y acopie las lluvias. Para que en su propio proceso constructivo permitiese dar cobijo a los obreros y posteriormente salvaguardar la interacción de las personas debajo de la misma.

El pabellón se fragmenta en el medio, definiendo un espacio central donde se almacenan las aguas lluvias en un espejo circular; este mecanismo funciona también para refrigerar el interior por medio del bombeo del líquido hacia la cubierta. Al anochecer el proyecto se transforma en una luminaria inmersa en el paisaje, proyectando luz sobre la planicie.

La coyuntura ha golpeado a la arquitectura, como a todos los rubros. “La pandemia como que nos transformó mentalmente un poco a todos, nos hizo reflexionar muchas cosas no sé si cambio tanto  pero nos hizo pensar por lo menos”, explicó Jermolieff.

Él no considera que la pandemia del coronavirus haya transformado la visión del arquitecto, pero tampoco generaliza. “Personalmente, creo que en algunos casos si y otros no tanto, no podría generalizar porque todos vamos por un mismo camino”, remarcó.

No considera que los cambios hayan afectado en la creatividad de sus colegas. La creatividad impera por encima de los intereses económicos, sino que ambos van de la mano en el día a día de este creativo rubro. Jermolieff es uno de los ejes de un estudio que con propuestas sustentables le hacen una declaración de amor y de intenciones al mundo, escrita en piedra, ladrillos o tierra, todo en pos de brindarle comodidad a quien habitara sus espacios, un detalle que destaca, pues a pesar de  que a él no le guste generalizar, algunos profesionales han olvidado al ser humano a la hora de gestar sus proyectos.