La tendencia de estilo de vida se refleja ahora en un monoambiente, sí: en un solo espacio se encuentra la cocina, la sala, el comedor, el baño, el dormitorio e incluso el escritorio de trabajo y un balcón, todo esto en un lugar realmente compacto, pero con todas las comodidades para vivir.
Es precisamente esta propuesta edilicia el que viven varias ciudades de Bolivia y se está consolidando como un gran producto inmobiliario para jóvenes. Pero no solo es una oportunidad inmobiliaria, es una oportunidad para un segmento de la población que busca un lugar para vivir, que se alinee con sus necesidades, tanto sociales como económicas.
“La tendencia sugiere que los desarrolladores inmobiliarios podrían encontrar oportunidades favorables en la creciente demanda de monoambientes en el mercado boliviano”, destacó Oliver Viera, presidente de RE/MAX Bolivia.
Añadió que su demanda en el país ha experimentado un notable incremento, reflejado en una reducción significativa de precios tanto en alquiler como en venta. Esta disminución de precios podría atribuirse a un aumento en la oferta de monoambientes y a una mayor preferencia por espacios más versátiles y accesibles.
De hecho, por mencionar algunas cifras, en las transacciones realizadas por RE/MAX en Bolivia, representan un tres por ciento de las ventas y un 5 % de los alquileres en el país. Estos porcentajes reflejan una presencia significativa de monoambientes en el mercado inmobiliario gestionado por RE/MAX, es decir que estos espacios son una opción relevante tanto para compradores como para inquilinos.
Sobre las zonas, según los registros de la inmobiliaria, en el eje troncal, los edificios con monoambientes son más frecuentes en determinadas zonas. “En Cochabamba, se concentran principalmente en la zona norte y centro. En Santa Cruz, encontramos una mayor presencia en áreas como Equipetrol y la zona norte. Mientras tanto, en La Paz, la concentración es más notable en el centro de la ciudad. La opción de alquiler es la más frecuente”, dijo Viera.
Bajo este contexto, los desarrolladores optan por este tipo de proyectos debido a la creciente demanda, eficiencia de espacio, costos de construcción más bajos, flexibilidad y adaptación a las tendencias modernas de estilo de vida. Estos espacios compactos satisfacen las necesidades de un mercado en constante cambio.
Mientras que el arquitecto Edgar Benavides Castro complementó que este fenómeno responde a variables de mercado y accesibilidad. El primero por la oferta y demanda de gente que migra hacia la ciudad, como los estudiantes universitarios, quienes buscan espacios pequeños para vivir; el segundo la capacidad de pago, “cuanto menos pagues y tengas un crédito es accesible, los jóvenes optan por esto por la facilidad de financiamiento del Estado”.
“Han cambiado los tiempos. Las condiciones de la economía en Bolivia son cada vez menores, antes se podía pensar tranquilamente que una pareja tenga una casa en 10 o 15 años, ahora es imposible. Se han visto limitadas las opciones de acceso y las inmobiliarias han encontrado un nicho de mercado que estaba ahí, pero, pensando en la modernización, lo convirtieron en un artefacto de negocio”, opinó.
Lo más atractivo: cómodos y cerca de comercios
El arquitecto Roger Mogrovejo Costas, en el programa Nuevo orden urbano del Colegio de Arquitectos de Santa Cruz (Cascz), destacó los beneficios de esta propuesta habitacional: por un lado, los ambientes necesarios de una vivienda, por supuesto con el toque moderno a nivel arquitectónico que los hace más atractivos aún; y, por el otro, su ubicación, la cercanía a comercios, restaurantes, colegios o supermercados.
“Son muy interesantes estos proyectos, porque el edificio donde los construyen ofrece además áreas comunes (piscina, cowork, churrasquera, áreas de lavado, etc.)”, describió. Más los comercios alrededor de la zona, la gente tiene todo lo necesario para vivir cómodamente.
Pero también mencionó el papel del monoambiente en el estilo de vida actual, refiriéndose a que la gente está más tiempo afuera, entonces se constituye más en un lugar de descanso, donde fácilmente pueden vivir dos, hasta tres personas, por la maximización del espacio e incluso de los muebles, pues el sofá cama es un imprescindible en su equipamiento.
Sin embargo, este fenómeno no deja de adaptarse a la realidad de su público meta, ya que actualmente muchos jóvenes trabajan desde su casa, por lo que el cowork como un área común del edificio ha sido el complemento ideal para responder a ese nicho de vivir-trabajar.
“Este tipo de edificación se acomoda a la realidad, no solo porque puedes trabajar en tu vivienda, sino que tienes la posibilidad de hacer una actividad recreativa. Su boom va a quedarse para mucho rato todavía”, remarcó.
La distribución de sectores es muy parecida, la funcionalidad es clave
Cabe recalcar que los monoambientes tienen una distribución específica, es decir, cocina americana, comedor-sala y dormitorio, en ese orden a lo largo; sin embargo, esto puede variar dependiendo la ciudad. Esta descripción es lo común en Santa Cruz, en cambio, en Cochabamba va primero el dormitorio y luego la cocina común-comedor. En La Paz hay una mezcla de estos.
Más allá del orden, hay un estándar en su distribución, incluso considerando puertas de vidrio (en Santa Cruz) o ventanales (en Cochabamba y La Paz), así como balcones o mini jardines. Detalles como estantes o mamparas para dividir el dormitorio del resto del ambiente es muy característico en la urbe oriental.
Sobre la funcionalidad, con una distribución establecida, la selección y diseño de muebles aporta de gran manera, los que son multifunción como los sofás cama resuelven mucho.
Del garzonier a ser el producto inmobiliario más importante hoy en día
El Instituto Boliviano del Urbanismo (IBU), que realizó un análisis sobre los monoambientes y la reducción del espacio residencial en las ciudades bolivianas a través de sus redes sociales, compartió varios puntos de este fenómeno.
Uno de ellos fue precisamente su origen, pues no es un fenómeno nuevo, existe desde hace muchos años. Desde que se inventó la arquitectura moderna se producen las casas pequeñas, además que a nivel internacional este concepto se ha expandido rápidamente, según Juan Edson Cabrera, fundador del IBU e investigador en la Universidad Privada Boliviana (UPB) y la Universidad Mayor de San Simón (UMSS).
El arquitecto Sergio Pasarín especificó que son al menos 20 años que se empezaron a construir los monoambientes, solo que, con otro nombre. A lo que el arquitecto Marcelo Pérez-Mercado agregó que arrancó como algo lucrativo para los estudiantes y el formato era una habitación a lado de la otra.
Cabrera comentó que la UPB realizó una investigación sobre la situación de los monoambientes y la vivienda reducida en las tres ciudades del eje troncal. Uno de los datos curiosos que compartió es que no necesariamente existe una normativa para su construcción.
“En los años 90, las autoridades decían que la superficie mínima para un espacio así debería ser 36 metros cuadrados. En los últimos años, gobiernos municipales como los de Cochabamba proponen que debería tener al menos 40 m2, en Santa Cruz no existe legislación alguna y según las normas de La Paz el tamaño de la vivienda residencial corresponde al criterio del proyectista”, explicó.
Contextualizó que antes y después de los 2000, existía la figura del garzonier, con un espacio de 60 m2, dirigido principalmente a estudiantes y parejas. Pero desde los 2010 la figura se transforma al monoambiente y su auge como vivienda se da alrededor del 2019, aunque su pico fue en la pandemia, ya en esa época resultó ser el producto inmobiliario más importante.
“Incluso el espacio se fue reduciendo con el paso de los años, en cada ciudad hay una reducción interesante, en el caso de Santa Cruz va desde los 47 hasta los 32 m2. Además, si vemos las ofertas, descubrimos que en La Paz es del 15.5 %, en Cochabamba el 16% y en Santa Cruz casi al 26%”, citó los datos.
El fenómeno visto desde la arquitectura y del urbanismo
La arquitecta Vania Calle Quispe analizó el fenómeno del achicamiento residencial desde dos perspectivas. “Desde la arquitectura: están respondiendo a una necesidad de la población joven, que busca independizarse, estar cerca de su trabajo o estudio, que se acomode a su economía, ya que costo de vida está cambiando”, expuso. Esta necesidad representa un gran atractivo, porque se benefician la constructora como las empresas de inmueble para la reducción de espacios.
Desde el urbanismo: es un fenómeno que se aborda desde el centro de la ciudad, pues los centros están cada vez más inaccesibles para quienes no cuentan con los recursos económicos. Sin embargo, en este punto, la arquitectura se ve afectada, ya que está entrando a un punto de precarización y lo contradictorio es que está siendo fomentado por los arquitectos y las empresas constructoras.
“A menor espacio, menor el precio. Ahí entran dos conceptos, por un lado, las consecuencias de los espacios habitables, que se está degradando la forma de habitar a favor de una solución rápida a corto plazo, pero a largo plazo en contra del costo de vida; y por el otro la economía doméstica, que estudia la domesticidad dentro de los espacios dentro de la arquitectura y dentro del urbanismo”, indicó.
Pero ¿sí cumplen con brindar una calidad de vida?
Por las opiniones de los profesionales, depende mucho la ciudad para asegurar que los monoambientes, como un tipo de vivienda, cumplen con el mínimo de condiciones para tener calidad de vida.
Para empezar, Pérez-Mercado dijo que no es fácil establecer una superficie mínima de un monoambiente para dar calidad de vida. Está más relacionada entre la superficie y el perímetro para que haya una adecuada ventilación y soleamiento. Un problema de las superficies pequeñas es que permiten al constructor meter 10 departamentos en una planta, por tanto, al menos la mitad va a tener pésima orientación.
Otra variable es evaluar las condiciones urbanísticas, por ejemplo, “si escojo vivir en un monoambiente es porque no estoy mucho tiempo en casa, y todo lo que necesito lo tengo a la mano, porque lo encuentro a sus alrededores”.
Además, dentro de lo urbano, otro factor es que estos productos de vivienda rara vez es comprado para vivir, sino como inversión. Si los constructores están ofertando un producto más barato es porque quieren que más gente esté en las posibilidades de invertir. Así surge la pregunta si realmente es tan grande su demanda.
En ese sentido, Marín ejemplificó que, en España, a causa de la pandemia, varias alcaldías prohibieron que se construyan viviendas que no tengan balcón, ya que, si la gente no podía salir a la calle, tenía que tener ese espacio en su vivienda como parte de la calidad de vida.
A su turno, Cabrera hizo notar que se está reemplazando la ubicación por el tamaño, lo que ha permitido que mucha gente que no habitaba en el centro, ahora pueda habitar cerca a los servicios, es un gran cambio de perspectiva también. Incluso, se ha convertido en una reivindicación ambiental/social, es decir “no ocupes más suelo, aporta a la conservación del medioambiente”.
El arquitecto Benavides es quien mencionó que el fenómeno de los monoambientes tiene como consecuencia las viviendas “cajitas de fósforo”. “Están habilitando cajitas de fósforo con un agujero como ventana, escasa iluminación, en los que prendes la luz y se enciende la extractora, esa no es calidad de vida”, alertó.
Especificó que en Santa Cruz están ocurriendo las cajitas, pero con menos incidencia que en el resto del país, ya que de cierta manera los edificios tienen complementos sociales que generan un gran confort, suplantando el tamaño que supone el ambiente y por mucho más cuando se aspirar al buscar una casa.
En cambio, en La Paz la mayoría son cajitas, tiene muchas limitaciones, porque tiene varias restricciones de uso de suelo modificable, contrariamente se convirtió en un negocio por la gente que atrae la administración publica, por eso las inmobiliarias ven como una oportunidad de negocio, pero no hay calidad de vida.
Los monoambientes deben abordarse desde la planificación y la gestión
Para Marín, un factor que llama la atención es la diferencia de espacios para habitar en un monoambiente entre unas ciudades y otras, expuestas por Cabrera al inicio, pero eso es porque no existe una normativa base que determine las condiciones de vida.
“Un departamento pequeño da más redito que uno grande, ya sea para la venta o alquiler, pero se tiene que enmarcar con una normativa nacional de habitabilidad, ya luego los gobiernos municipales de cada departamento del país pueden poner su tope que contemple superficie, aislamientos, envolventes, energía, entre otros”, enfatizó.
Benavides coincidió en que no hay una política nacional de vivienda, o una mirada de la vivienda desde lo municipal, siendo que es parte de sus atribuciones. La única muestra de una política fue la financiera, refiriéndose a los créditos de vivienda, pero no determina parámetros de comodidad.
Y es que esta demanda habitacional, por ahora, no exige calidad, pero en algún momento lo hará por el precio y la ubicación, de acuerdo con Marín. En ese marco, hay que diferenciar una obra nueva, de una refaccionada, ya que como se están edificando en el centro de las ciudades, una manera de rehabilitar esos lugares es precisamente usar monoambientes, pero adaptados.
Pérez-Mercado añadió que es necesario investigar, “definamos quién compra, quién habita, cuánto se ocupa, cuánto se moviliza económicamente y eso nos va a llevar a formular las políticas correctas”. La densificación urbana tiene que ir acompañada de un plan, en términos de dotación de infraestructura y el financiamiento de esas mejoras.
Espacios compactos en el fenómeno de las ciudades compactas
La arquitecta Calle hizo notar que el achicamiento residencial que se vive con el auge de los monoambientes es parte del fenómeno de las ciudades compactas, que están acelerando el proceso de vivir en pequeños lugares.
“Luego de la pandemia, ha habido un incremento de demanda de espacios, aunque ahora se busca que ese espacio tenga sostenibilidad, pero ¿cuál sería ese concepto de sostenibilidad, considerando que ahora la vivienda es un producto más? Ya escapa de la percepción de tener una vivienda con toda la comodidad que conlleva”, reflexionó.
Exteriorizó que se trata de un problema de espacio, cada vez se hacen las ciudades más compactas por distintos motivos, en ese punto entra en cuestión el trabajo del arquitecto. Hay que reivindicar el espacio dentro de la arquitectura, pero se hace lo contrario, se usa un espacio para cinco más, como es el caso del monoambiente.
Cabrera aclaró que esta oferta residencial y densificación dada por el mercado, no por el Estado ni la regulación urbana, es básicamente libertad del mercado inmobiliario, que esta permitiendo ganar a los constructores y a los poseedores de capital mayores ganancias y especular más aún con la ubicación.
“Otro detalle, cuando pensamos en monoambientes son tres los que se distinguen: tipo hotel, residencia estudiantil y la idea de compra inversión. Normalmente se ofrece área reducida, localización estratégica, mobiliario particularizado y otros, pero solo se cumplen con los dos primeros”, indicó.
Todos estos puntos deben ser evaluados, ya que, según el estudio que está llevando a cabo la UPB, el 90 % de la gente que adquiere monoambientes lo hace para el alquiler y otro 10 % para la vivienda.
“Por eso, la mirada de cómo quieres vivir es determinando, algunos eligen el monoambiente para dormir, como una vivienda transitoria, y otros que viven ahí, al ser tan reducidos, pueden enloquecer en esas cuatro paredes. Sin mencionar que el espacio público alrededor es vital”, concluyó Benavides.