Bolivia vivió una transformación urbana sin precedentes en este primer cuarto de siglo. En esta edición especial, analizamos el crecimiento, reinvención y proyección de las ciudades capitales de la república en el marco de tan significativo año.
El eje troncal de la nación llega al bicentenario desde los rascacielos indígenas y corporativos de La Paz, el renacer participativo de Cochabamba, hasta la expansión financiera de Santa Cruz. El país enfrenta ahora el desafío de convertir el crecimiento acelerado en sostenibilidad, equidad y resiliencia para todos.
Entre 2000 y 2025, Santa Cruz consolidó su identidad como << La Ciudad de los Anillos >>, al liderar el desarrollo urbano de Bolivia, con un perfil de liderazgo corporativo y financiero nacional reflejado en su skyline vertical. El crecimiento cruceño exterior fue acelerado a partir de una expansión periférica sostenida; los nodos comerciales modernos, y un salto selectivo hacia la verticalización, especialmente en el barrio Equipetrol y buena parte del territorio del distrito municipal n° 1; con torres mixtas tecnológicas. Se avanzó en institucionalidad metropolitana y en proyectos de espacio público, así como la construcción de pasos a desnivel y viaductos en puntos estratégicos de la ciudad. Sin embargo, la expansión periurbana plantea grandes desafíos en servicio, movilidad y cohesión territorial. El principal reto cruceño será equilibrar su expansión económica y el desarrollo urbano sostenible.
En este primer cuarto de siglo, la ciudad de La Paz redibujó su paisaje arquitectónico y urbano, al transitar del modernismo funcional a rascacielos corporativos y palacios estatales, pasando por una cúspide de arquitectura indígena urbana, todo esto en medio de expansión y retos de infraestructura. El crecimiento arquitectónico y urbano ha fusionado la herencia colonial con modernidad, y dio protagonismo a la cultura indígena con los “cholets”, marcando así una identidad híbrida. A partir de 2010, distintos puntos de la ciudad se modernizaron con torres emblemáticas mientras que proyectos como el Teleférico y represas elevaron la calidad urbana y la conectividad. La arquitectura paceña se incorporó al marco de la sostenibilidad emergente mediante la aplicación de sistemas de eficiencia energética y protección sísmica. Pese a la persistente construcción informal en barrios periféricos, la cual evidencia, la desigualdad estructural. El desafío futuro será lograr un desarrollo urbano sostenible e inclusivo para todos los paceños.
La ciudad de Cochabamba en los últimos 25 años, ha experimentado una transformación significativa; desde el despertar cívico de la Guerra del Agua, pasando por la consolidación de infraestructura ferroviaria y administrativa, hasta la consolidación de torres residenciales en un naciente skyline vertical. El municipio alcanzó un avance significativo en movilidad urbana con el tren metropolitano Mi Tren, el cual impulsó la conectividad en el área del cercado cochabambino. A su vez, atravesó una importante fase de cambio en su paisaje urbano hacia edificaciones verticales, lo demuestra su incremento en la densidad urbana. El fortalecimiento de intervenciones culturales como la iniciativa mARTadero impactaron a nivel social como un modelo replicable; lo que demostró el potencial de una ciudad humana y participativa, orientada al bienestar y la identidad comunitaria. Todos estos impulsos modernizadores, se enfrentan a un constante déficit en planificación participativa e integración. La ciudad de Cochabamba debe encarar importantes retos estructurales como la integración de barrios informales, sostenibilidad hídrica, gestión cultural, y más aún, alcanzar al máximo una resiliencia urbana frente al cambio climático.
Para las ciudades capitales de los departamentos del país este tiempo de cara al bicentenario ha transcurrido de formas diversas según las circunstancias propias a sus factores económicos y socioculturales.
En el caso de la ciudad de Trinidad, el periodo 2000-2025 mostró un discreto desarrollo arquitectónico y urbano con una clara adaptación al entorno de carácter tropical, así como a las necesidades publicas en escala, obteniendo una mayor conciencia en el desarrollo para concentrarse en una evolución más abocada hacia la protección y el resguardo natural. La capital del Beni tiene como desafío a partir de este año del bicentenario consolidar su adaptación a los embates de la naturaleza con mayor planificación y gestión de sus recursos, en materia de inversiones de carácter sostenible.
Para la capital fronteriza del norte de la nación, Cobija, su ineludible interacción con Brasil le permitió obtener mayores avances respecto al siglo pasado, esto en materia de conexiones viales, acceso a bienes y servicios, convirtiendo a la ciudad en un área de importancia estratégica como zona económica especial. Arquitectónicamente su desarrollo fue modesto en estos 25 años con pocos avances en alturas, pero mayores en edificaciones de servicio público. Los materiales de construcción que permitan enfrentar las condiciones extremas del clima regional son y serán el punto clave del crecimiento cobijeño.
En el occidente del país, el progreso lento y disperso de Oruro se ha visto marcado por una economía minera, factores climáticos desfavorables así como una carente inversión. Su arquitectura no ha tenido mayores adelantos, aunque se trabaja en la incorporación de tecnologías bioclimáticas para mejoras en eficiencia energética doméstica y a nivel urbanístico, las nuevas edificaciones públicas son las que ya cuentan con mejores adelantos dada su naturaleza de servicio. La capital folclórica de Bolivia necesita dar mayores pasos en todos los aspectos sociales y urbanos en aras de obtener una mejor calidad de vida.
Mientras tanto en la ciudad de Potosí, múltiples condiciones le han valido el crecimiento, las cuales han pasado por su calidad de patrimonio cultural de la humanidad hasta por la recesión económica. Su arquitectura y urbanismo fue notorio en las zonas periféricas, pero con un marcado índice de autoconstrucción sin la debida planificación. En este bicentenario, Potosí deberá equilibrar el deseo de crecer con preservar mediante una planificación territorial coherente, hacia un mejor porvenir en el resto del siglo.
A su vez, la capital de la república, Sucre en similar condición patrimonial ha trabajado en este periodo del nuevo milenio, en una expansión preferentemente horizontal de tipo residencial con una densificación planificada y dual, es decir un centro histórico protegido y una periferia en crecimiento moderno. La proyección sucrense es consolidarse en su calidad de ciudad cultural, sostenible y universitaria con identidad.
Finalmente, en el sur del país, Tarija llega al bicentenario con un transitado recorrido desde su identidad colonial y rural, hasta un urbanismo con diversidad, funcionalidad y sostenibilidad. Un fuerte desarrollo agropecuario, así como ingresos hidrocarburíferos permitieron que se densificaran zonas céntricas y su arquitectura se refleje en un eclecticismo reinterpretado. Lo que en consecuencia hizo que su población demande mayores y mejores espacios públicos. El reto tarijeño consiste en lograr una visión metropolitana mediante nuevos proyectos urbanos a pesar de las condiciones económicas.
Es así que Bolivia muestra sus múltiples rostros en tan importante año, con una mirada esperanzadora a partir de este 2025. El futuro de la nación está escribiéndose con cada una de las acciones de su población mediante la resistencia a los conflictos sociales, las decisiones gubernamentales, el arduo trabajo de cada sector con la fe de mejores días porvenir. En este bicentenario de la república el camino está marcado por una visión de país que apunta a progresar en todos los ámbitos y que a su vez cada una de las regiones obtenga mejores condiciones para sus habitantes. 200 años transcurrieron en un abrir y cerrar de ojos para una nación, no obstante, es la señal que queda mucho por recorrer en aras ser un país que se convierta en una potencia latinoamericana.
